Un incinerador de residuos es una planta diseñada para quemar los desechos no reciclables y así reducir su volumen. En España, en 2018, se contabilizan aproximadamente 9 millones de toneladas de residuos urbanos incinerados (según el Ministerio para la Transición Ecológica); lo que representa aproximadamente 190 kg de residuos incinerados por habitante. Concretamente, el proceso de incineración se realiza en 4 etapas :
La incineración se aplica mayoritariamente a los residuos no reciclables y a los residuos urbanos residuales, como la basura no reciclable (restos de alimentos no compostables, papeles contaminados, textiles no recuperables). En esta categoría, también se incluyen todos los plásticos no reciclables (envases complejos), así como la madera tratada (muebles con barniz o adhesivos químicos).
En cambio, y por razones evidentes, ciertos residuos no deben ser incinerados. Es el caso de los residuos peligrosos (baterías, disolventes, pinturas), de los residuos farmacéuticos y de los residuos radiactivos. Las baterías, por ejemplo, contienen sustancias tóxicas como el plomo y el litio, y su incineración representa un peligro para el medio ambiente. Deposita las baterías y los aparatos eléctricos en puntos de recogida dedicados (como las estaciones para pilas) o en áreas designadas en los centros de reciclaje para los RAEE (residuos de aparatos eléctricos y electrónicos). Del mismo modo, los medicamentos usados deben ser entregados en las farmacias en los contenedores destinados a ello. En caso de duda, no los tires en el contenedor gris.
A pesar de contar con sistemas de filtrado avanzados, aún existen preocupaciones sobre la emisión de gases contaminantes como las dioxinas y partículas finas, responsables de problemas respiratorios y riesgos de cáncer.
Quemar residuos no significa hacerlos desaparecer. La incineración produce residuos sólidos tóxicos y los residuos del tratamiento de los gases (altamente contaminantes), que deben ser almacenados en centros especializados.
Construir y mantener un incinerador representa una inversión costosa para las administraciones públicas. Además, la valorización energética sigue siendo poco eficiente: solo se utiliza el 20 % de la energía producida.
Afortunadamente, frente a estas desventajas, existen varias alternativas. Entre ellas, se puede limitar el envasado desde la fuente, fomentando el comercio a granel y los productos reutilizables. El compostaje y la transformación de los residuos orgánicos en abono natural también permiten disminuir el volumen de residuos incinerados, al igual que el reciclaje para recuperar materiales como materias primas.
El enterramiento de residuos consiste en depositarlos en centros de almacenamiento habilitados, pero conlleva riesgos ambientales importantes, como la contaminación de suelos y aguas, las emisiones de metano y la ocupación de espacio. Aunque está regulado, sigue considerándose una solución de último recurso. Desde 2020, España se ha propuesto reducir en un 50 % el enterramiento de residuos para 2025 mediante la separación y el reciclaje, en línea con la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que establece los principios de la economía circular y contribuye a la lucha contra el cambio climático y la protección del medio marino. (cf. la Ley de Residuos y Economía Circular).
Es relevante mencionar que el Ayuntamiento de Madrid ha anunciado el cierre de la incineradora de Valdemingómes para 2035, en línea con los objetivos de reducción de residuos y cumplimiento de normativas europeas.
La incineración es una solución ampliamente utilizada en España, pero conlleva importantes limitaciones ambientales y sanitarias. Si bien permite reducir el volumen de residuos y generar energía, sus emisiones contaminantes y la gestión de los residuos tóxicos siguen siendo desafíos significativos.
Para una mejor gestión más sostenible, es fundamental priorizar la reducción de residuos en origen y fomentar el compostaje, alternativas que minimizan el impacto ambiental. El reciclaje sigue siendo clave para optimizar el ciclo de los residuos y evitar la sobrecarga de las plantas de incineración con residuos mal clasificados, incluidos aquellos contenidos en las pequeñas bolsas de basura. Aunque estos volúmenes puedan parecer insignificantes, su acumulación también contribuye al aumento del total de residuos incinerados.
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